sábado, 12 de febrero de 2011

CON PALABRA PRESTADA: LA BATALLA DE SEVILLA


Casi con la misma insistencia,constancia y tozudez con la que el nacionalismo vasco o catalán más insurgente vienen reclamando y moviendose para separarse del Estado español, asÍ mismo actuó la Sevilla poscalifal para autogobernarse sin ningún tipo de nexo con la Córdoba terminal de los califas beréberes. Ixbilia, bien abastecida por el rico comercio de su río y abundante en recursos agrarios autóctonos, casi siempre mantuvo con Córdoba un pulso de poder más o menos obvio.Y que ahora, en la segunda década del siglo XI, se veía con la fuerza suficiente para desligarse del Estado califal y seguir la senda que marcaban las ambiciones políticas y expansionistas de sus familias más poderosas e influyentes. Sevilla va a dar un golpe de Estado.
Dicen los estudiosos que todo fue una cuestión de sangre, de ilegitimidad de sangre de los califas cordobeses que, tras la llegada de Almanzor al poder y la sucesión de sus hijos al frente de la España andalusí, se contamina con el RH bereber. Si los vascos más sucesionistas intentan legitimar la pureza de su sangre a base de RH negativo y cráneo branquicéfalo, los árabes de toda la vida, descendientes directos de la pata del Omeya, jamás aceptaron la sangre africana como apta para regir los destinos sevillanos. Eran unos impostores, al fin. Dice Rafael Valencia, experto arabista de la Hispalense, que Sevilla jugó a la ficción de la Córdoba bereber hasta que tuvo ocasión de abandonar su papel y quitarse la careta. Esa ocasión se produjo, primero, en el año 1022 con la llamada batalla de Triana. La segunda se registra al año siguiente: cuando el cadí, su gobernador Ben Abbad dio un golpe de mano contra los cordobeses y sevillanos bereberes. Declarándose independiente y colocando en la torre más alta del Alcázar la nueva bandera abaddí. Sevilla entraba en la historia iniciando el desmembramiento de un Estado refinado y exquisito que Europa a su lado era una tribu de bárbaros sin rumbo.
¿Y quién tenía en Sevilla sangre pura, un RH sin contaminar por la africanización bereber? ¿quién en la nueva ciudad-estado podía legitimar su descendencia árabe de toda la vida, pureza de sangre que le abriría las puertas pesadas y deseadas del mando y el trono? Pues las familias más notables de Sevilla. Entre ellas la de Ben abbad, Az-Zubaydi y Al-Alhani. Lo más puro, según ellos, de la morería local.
Fatá Safí se desangró en Triana por un califato  bereber sin tiempo histórico, agotado y concluso. Nos queda de aquel guerrero defensor del viejo orden califal un epígrafe mortuorio en la sala 27 del Museo Arqueológico sevillano. Es la misma lápida donde aparece, igualmente, la palabra Tryana escrita no como los árabes la denominaban, Taryana, sino así, Tryana en cúfico muy aparente. Ambos destinos conjugan su inicio  y su final en el arrabal del otro lado del río: Fatá Safí encuentra su ocaso peleando bravamente contra los insurrectos sevillanos. Sofocándolos. Triana, mejor dicho Tryana, nace a la luz de la historia con su grafía actual. En árabe, claro.
En 1023,al Qásim Hammud, califa cordobés, abandona la gran capital del mundo andalusí, donde no lo querían. Y buscó refugio y asilo en Sevilla. Aquí gobernaba un hijo  suyo: Muhammad B. Hammud. Los sevillanos debieron de entender que ya la ciudad soportaba demasiada sangre africana e ilegitima como para aguantar una transfusión tan abundante. Y prendió la revuelta y la contestación política. Padre e hijo fueron expulsados. E Ixbilia, bajo el nuevo poder abaddí que entroniza Ben Abbad, alcanza su estatuto de independencia y la proclama a los cuatro vientos de su gran mezquita. La ciudad celebró el nuevo orden instaurado, risas, abrazos, parabienes y una segura sensación en el corazón de estar ante un gran destino. Ese fue el futuro que le deparó su astucia política y su sentido de la oportunidad. Ben Abbad será el primer eslabón de una cadena de éxitos políticos y territoriales que alcanzará su cenit con el rey poeta Al-Motamid. Con él Sevilla extenderá su taifa desde el Algarve hasta Murcia. De mar a mar. El golpe sevillano al estado califal fue, inmediatamente, seguido por Toledo y Zaragoza. Y la historia enterró para siempre el sueño cordobés de un Al Andalus que asombró al mundo por su explendor, exquisitez y cultura. Si vas al Museo Arqueológico y ves la lápida de Fatá Safí, dedícale una respetuosa sonrisa al guerrero que sabiendo que su mundo estaba acabado, entregó su vida por cumplir con su deber. Ojalá esté en el Paraíso gozándolo como sólo se pudo gozar en la Córdoba  de Abderramán.

Diario ABC de Sevilla
Fecha: 17 de mayo de 2008
Autor: José Félix Machuca
Selección: Ángel Bautista Guerrero

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