Crece de forma espontánea en las zonas tropicales del sur y del este de Asía, de donde se ha difundido como árbol ornamental al resto del mundo. Su madera, aunque dura y un poco aromática sirve para poco, los frutos son tóxicos, pero sus semillas se han usado para cuentas de rosario. Quizás en el paraíso no sea necesario ni trabajar ni comer, otras cosas mejor ni pensarlas.
Estos frutos carnosos pertenecen al tipo drupa, por poseer una sola semilla en su interior. Vistos de cerca se les ve en plena madurez, comienzan a perder un poco de agua y su piel ha dejado de ser tersa, asoman minúsculos lunares negros que se irán extendiendo por toda la superficie. Bueno, mejor será alejarse un poco.
Muchos racimos de frutos cuelgan por todas partes contrastando con las ramas oscuras. Son preciosos ahora los árboles del paraíso, así de amarillos, tan vistosos, pero lo mejor es cómo cambian de aspecto según las estaciones, porque buscan siempre tu mirada distraída, sorprenderte con algo nuevo.
Las ramas jóvenes, antes lisas, se han engrosado tanto que la corteza se ha roto en largas fisuras rojizas. Otras ramas más finas se enredan de aquí para allá en busca de la luz, juguetean en formar un laberinto imposible donde olvidar las penas, hasta completar una ancha copa.
El árbol del paraíso, también llamado cinamomo, es muy usado en jardinería y está presente en muchas calles de nuestro barrio, incluso no falta en parques y en algunos patios de colegio, suerte que los niños deben ver en esas bolitas amarillas que caen, más un juguete que una fruta. Es en el límite sur del Tardón, calle Juan Díaz de Solís, donde encontramos los ejemplares más viejos. Gruesos troncos que se abren en tres o cuatro ramas principales muy verticales, escorzo de media verónica para salvar ventanas y balcones por un lado y al tráfico por el otro, sin miedo sobrepasan en altitud a los bloques y se sienten los verdaderos amos de la calle, acaso alguien tiene más raíces.
Rafael Martín Holgado.
Todo es una jugosa curiosidad. No sabía cómo eran los árboles del paraíso, nombre más que atractivo. La primera noticia que tuve de ellos fue en una crónica histórica de nuestro barrio, y es que allá por los años dorados por reflejo del oro de las tierras americanas, grupos de soldados se juntaban con gente de Triana en torno a las tablas de juegos de la Orilla del río, "bajo los árboles del paraiso...". Ánimo, Rafael, sigue con tus relatos porque no pueden ser más sugerentes.
ResponderEliminar¡Y feliz año a todos!
A la vejez, viruelas. Este curso saco un sobresaliente en Botánica gracias a Rafa, y otro en Poesía. Qué forma más sencilla -y sabia- de enseñar las cosas.
ResponderEliminarNo es mal sitio para jugar porque una de las características de estos árboles es que dan mucha sombra y quien sabe, a lo mejor utilizaban las semillas como fichas para apostar.
ResponderEliminar¡Feliz año para tí también, Ángel!
Bueno, bueno hasta que no veamos como contestas delante de un árbol queda pendiente el sobresaliente.
ResponderEliminarEspero,al menos, un aprobado. Repasaré la asignatura contigo.
ResponderEliminar¡Feliz año!
Los frutos tiene olor fétido?
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