La calle San Jacinto corta a Triana en dos, casi de una punta a la otra. Es ancha y bien derechita, como las rayas que mi padre intentaba abrir al peinarme. Pero ahora más que nunca, la misma calle ha quedado dividida también en dos: la zona peatonal (que no lo es del todo) con naranjos recién plantados y la parte más alejada del puente, con tráfico de coches y bicicletas. En este último tramo es donde encontramos altos árboles, sobretodo en una de las aceras.
Pertenecen a una especie originaria de Argentina y Bolivia, donde se les llama tipa. Tipuana es el nombre con el que los indígenas conocen al árbol y que ha sido tomado también por los científicos. Se caracteriza por tener grandes hojas compuestas, flores amarillas, que se pueden ver en verano y unos frutos con una forma muy peculiar. Son tan altas las tipuanas de San Jacinto y son objeto de una poda tan drástica que cuesta trabajo entender el papel ornamental que tienen. Para ver sus flores y sus frutos es mejor acercarse al final de la calle Betis o a la rebautizada Esperanza de Triana (antes de llegar al cruce con la calle Trabajo).
En la foto se puede ver una sola hoja, que está formada por un número impar de foliolos, en este caso se pueden contar hasta diecisiete.
San Jacinto fue un fraile polaco que fundó el primer convento en Rusia. Allá por el otoño de 1240, tras la llegada del ejército tártaro de Batou, hijo de Gengis-Kan, tuvo que salir pitando del mismo y se fue cargado con el copón del Santísimo, pero cuando fue a salir oyó la voz de la virgen que le dijo: “¿oye, a mí no me llevas?”. Se volvió San Jacinto para intentar coger la talla, pero no pudo con tanto peso, entonces la virgen le dio la mano y ambos escaparon tras cruzar a pie un caudaloso río, seguidos del resto de frailes.
Son muchos los prodigios, según cuentan, que realizó San Jacinto, pero no creo que sea cuestión de esperar la ayuda del mismo para andar tranquilamente por su calle, sino más bien de aprender a convivir los unos con otros. Qué gente que no se agobia en una bulla de semanasanta, que lleva con tanta gracia un traje regional y encima le sienta de maravilla, que se divierte hasta con su propio jefe, que aguanta a los del otro equipo una semana tras otra, parece mentira que esta gente no sea capaz de vivir a diario con armonía. La de quejas que se escuchan por el nuevo carril bici, realmente muchos tramos están muy mal diseñados, y a casi nadie parece molestarle que el amo de la calle sea realmente el coche, ni estando en doble fila, ni pitando, ni impidiendo atravesar de una calle a otra parece fastidiar, de acostumbrados que estamos a su dominio. Como bien dice un amigo mío, no es más que una cuestión de civismo, de comprender que en los espacios públicos es donde más debemos respetarnos unos a otros.
La tipuana tiene un fruto que se llama sámara. Los frutos no tienen como función proteger a las semillas, como a veces se piensa, sino de transportarlas lo más lejos posible. Ya que las plantas no puedes desplazarse, la única forma que tienen de colonizar nuevos territorios es gracias a la dispersión de las semillas. Y para ello el fruto de la tipuana tiene una forma de ala que le permite transportar con la ayuda del viento a las semillas que contienen en la parte más engrosada. Seguramente habrá ocurrido por casualidad, pero curioso homenaje el que realizan estos árboles al recordarnos cada año aquellos aviones que, construidos en la Hispano Aviación, salían por San Jacinto.
Rafael Martín Holgado
Pues ya conocemos mejor a estos quedos compañeros de nuestros paseos por San Jacinto. Presentan un extraño aspecto cuando pasan por la peluquería (que parece la del cuartel), suelen levantar las aceras y, lo que menos me gusta de ellos: tapan -completamente cuando están "peludos"- las estupendas fachadas de la Hispano y, especialmente, la del colegio Proctectorado.
ResponderEliminarUn detalle: Lo desapercibido que está el santo en su pequeña estatua en la hornacina que adorna el edificio donde se ubicara la popular Ferretería Lázaro.
A mí me encantan los árboles altos, pero estoy de acuerdo contigo que mejor en un parque.
ResponderEliminarLo que estoy aprendiendo de plantas y árboles con Rafael no tiene precio, y estoy de acuerdo con él en la belleza de estos amigos "grandes"..., pero preferiblemente en los parques.
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