viernes, 27 de mayo de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: COLEGIOS EN LA ORILLA DEL RÍO


         Se celebran los ciento veinticinco primeros años de existencia del colegio Cristo Rey. Cuando una institución docente llega a estas alturas del tiempo habría que hacer cuentas de alumnos, esa delicada materia a la que han dado forma para que sirva a la sociedad a la que pertenece. Ciento veinticinco años ¿cuántas generaciones de niños son...? Puede presumir Triana de disfrutar de varias escuelas con muchos cursos en sus aulas. A saber: San Jacinto, Reina Victoria, Protectorado de la Infancia, el también de monjas de la Caridad dedicado a Nuestra Señora del Rosario, el remodelado de la Dársena, en cuyas instalaciones antiguas íbamos a jugar los chiquillos del barrio; el que gobiernan los curas salesianos y el nombrado en honor de José María Izquierdo (vulgo, Procurador), donde servidor cumplió con los llamados “estudios primarios”.
         El Instituto de las Hijas de Cristo Rey fue fundado un día de abril de 1886 por un catalán, don José Gras Granollers, en Granada donde ejercía como canónigo del Sacromonte. Su labor en Triana fue, primero, de intenciones absolutamente benéficas; las hermanas impartían clases gratuitas a obreras y mantenían un internado, mientras el jesuita Padre Tarín impulsaba las primeras unidades de preescolar en la calle Castilla. En 1888 se adquiere la casa por treinta mil pesetas; una casa con enjundia, pues se trata del lugar que ocupó el antiguo convento del Espíritu Santo, donde se fundara la hermandad de los Gitanos y donde tuvo cobijo la del Cristo de las Tres Caídas. A principios de la década anterior recorrí la calle Betis con micrófonos y una cámara y, claro, entramos en el colegio, visitamos sus modélicas instalaciones y hablamos con la entonces hermana superiora que nos contó esta historia.
         En mis años de colegial Cristo Rey estaba entre los colegios de pago frente a los del Estado o nacionales, aquellos a los que se asistía sin uniforme, con la ropita de mamá que destrozábamos en el recreo. De las antiguas fotografías con las que ilustré el reportaje la que menos me gustó es aquella conocida en la que se ve al alumnado, formado en la puerta de la  calle, saludando brazo en alto según la moda impuesta, el paso triunfal del virrey de Sevilla, el general Queipo de Llano; imagen histórica, no cabe duda.

         Bien. Pues queremos aprovechar la efemérides para recordar otro centro de enseñanza que nada tiene que ver con el de Cristo Rey, me refiero al de don Francisco. Ocupaba una casa y su patio en el primer tramo de la calle, antiguo número 9 de Betis. Don Francisco Romero Íñigo y su hermana instruían, en su primera y segunda enseñanza, a la chavalería en una modalidad de escuela que estaba, por sus instalaciones, entre las populares miguillas y las clases de las nacionales. Y siendo de espacio reducido, cuántos chiquillos del barrio pasaron por las manos y sabiduría de don Francisco, un adelantado pedagogo que empleaba sus propios métodos de enseñanza. Funcionó esta fábrica de ciudadanos varones durante varias décadas, y no fue don Francisco el fundador. En 1908 estuvo regido por don José Poley y Poley y doña Humildad Gutiérrez, hasta que a finales de los años veinte llega a manos de nuestro popular personaje. Sobreviven el maestro y su escuela a la guerra incivil, desapareciendo con la jubilación del admirado educador, exhausto de niños, de responsabilidad y de trabajo.
         Enhorabuena a la superiora y al director de Cristo Rey, clásica y querida escuela trianera, y loas con laureles de sabio al inolvidable don Francisco.

Ángel Vela Nieto

8 comentarios:

  1. A. Fernández de Cachero M.3/6/11, 15:26

    Yo estuve en el colegio de D. Francisco hasta que hice la 1ª comunión en SantAna. Más que colegio era una miguilla adelantada a su tiempo de un solo maestro y de una sola clase, entrando a la derecha, antes de llegar a un pequeño patio coronado por una barandilla y algunas habitaciones. En el retrete estaban también los lavaderos de ropa y siempre había alguién lavando, así que cuando la naturaleza hacía su llamada sólida o líquida lo tenías que pensar muy mucho, lo mejor era escaparte y hacerlo en la zapata del río que estaba enfrente.Plúmieres, tinteros de taza, palilleros con plumillas de corona y borrones por las bancas, suelos, paredes, babys de crudillo y cuello. Y una sola norma "La letra con sangre entra" apoyada por una tira de cubierta de rueda de coche que te quitaba el frío de las mañanas de invierno de las palmas de las manos que al final las tenía que meter en agua fría. Y después la penitencia 20-30-50 veces escrito en el cuaderno la tabla de multiplicar que iba desde el 2 al 9 según la gravedad de la fechoría. Se les llamaba "numeritos". Almorzaba delante de los castigados en la mesa de la clase, a mi me sorprendía que todos los días le bajaban un plato de sopa y una cuña grande de queso blanco o sea de cabra. Hoy me sorprende, cuando recuerdo, que con las garantías higuiénicas de la época nunca padeció de calenturas martas o sea de Brucelosis. Durante el tiempo que estuve allí, no faltó ni un solo día. O sea nunca estuvo enfermo. Cuando nos cabreaba le cantábamos una canción que por pudor te la enviaré en un emilio personal. Cuando te echaba mano te cogía por la oreja y entrabas en el Guantánamo colegial. Ángel tu magnífico artículo me ha hecho coger medio bollo con aceite y azúcar ponerle un tapón de migajón, coger el aro de una barrica de arenques y la guía de alambre y recorrer, merendando, las calles de Triana. Después de salir del colegio de D. Francisco, claro. Te invito a que oigas una canción de Lole: Una voz gritando siempre, siempre gritando ¡silencio!, mis manos llenas de tinta emborronan un cuaderno.........

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  2. Rafael M.H.3/6/11, 18:14

    Cuando andaba por la calle y pasaba por delante del colegio Cristo Rey, me quedaba leyendo unas grandes letras que había encima de la entrada interior: "Cristo reina". Por entonces desconocía el verbo y buscaba una explicación al cambio de sexo del señor. Es verdad que era un colegio femenino, pero no parecía suficiente razón, quizás aquellos pelos largos escondían la dulce cara de una mujer. Los enigmas de la infancia.

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  3. Magnífico tu comentario, Antonio; cuánta información y cuánta vida. Mándale a Emilio artículos, hombre, que los podamos disfrutar...
    Lo de Rafael también tiene su gracia. Por cierto: ya hace bastante tiempo de su más reciente paseo arbóreo... Tanta caló no hace, Rafael...

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  4. Pedazo de artículo del Sr. Vela y me quedo sin palabras para describir lo trasmitido por el Sr. Fernández de Cachero.

    Ni por asomo podría haber imaginado la historia de dicha escuela, y mucho menos la existencia del Colegio de Don Francisco.

    ¡Las enseñanzas de éste blog no tienen precio!

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  5. Antonio Rocío Romero Abao8/6/11, 23:30

    Agradezo emocionado la referencia al Colegio de Don Francisco, mi abuelo Curro. Aunque yo era muy pequeño cuando el se retiró, me dio tiempo de estar también en su colegio, y aunque fuera su nieto, también sufrí lo de los numeritos y lo de la goma del coche. Me da pena que sus hijos ya no estén entre nosotros porque siempre les dolió el olvido en que cayó su singular padre. De todas formas si puedo decirles que mi abuelo, pese a no ser trianero de nacimiento, ni siquiera sevillano, procedía de Villamartín, entregó su vida a sus tres pasiones personales: su mujer, mi abuela Esperanza, hay que ver que nombre, Triana y la Virgen del Rocío, de la que siempre nos decía "allí donde se hable algo de Ella, allí siempre estaré yo". Muy agradecido de corazón.

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  6. Don Francisco fue una institución en Triana y merece que se le recuerde con cariño. Enhorabuena por tener su sangre.

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  7. A. Fernández de Cachero M.9/6/11, 20:46

    Espero y deseo de corazón que tu agüelo esté, ya no dónde se hable de Ella, pero sí para siempre junto a Ella. A través de mi tiempo lo he pensado muchas veces, quizás si no hubiera sido por D. Francisco mi macuto no hubiera sido el mismo. Cuando hice la 1ª comunión sabía leer y escribir perfectamente y saltaba a la comba sobre las cuatro reglas-sumar,restar,multiplicar
    y dividir- y una caligrafía sorprendente para mi edad que he perdido y no consigo recuperarla. Y mi afición por la lectura. "La letra con sangre entra". Loa a D.Francisco.

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  8. Mis hermanos estudiaron ahí y siempre lo recordaban con mucho cariño. Desgraciadamente ya no viven ninguno de los tres.



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