Durante mis primeros años de estancia en Sevilla, en Triana concretamente, volvía en cada ocasión a votar en San Fernando. Seguramente no quería romper los lazos que me unían a mi tierra, a mi familia, a mi calle, a mi casa, a mis amigos. Por eso, el día en que Andalucía consiguió asombrar a todos con su lucha en las urnas por una autonomía de primera, yo fui primero a votar a San Fernando y luego me volví corriendo para estar a las ocho de la tarde en el Casino de la Exposición para el recuento de votos. Yo fui una de los cientos de personas que estuvieron alli aquella noche y mi imagen se quedó plasmada en la cámara de los fotógrafos que cubrían el acto, apareciendo luego en un libro que se publicó sobre aquello: "Andalucía dijo sí".
Después, me empadroné ya en Sevilla cuando me dí cuenta de que aquí iba a estar la tierra que había elegido para vivir y, desde entonces, voto siempre en Triana, porque también este barrio fue el que elegí, pues estaba cerca del mar, en la otra orilla, a la que se llega desde el río Guadalquivir. Siempre al lado del río, a este lado, nunca he vivido en Sevilla y por eso, para votar, no he tenido que cruzar el puente. Aquí cerca, muy cerca de mi casa, está el colegio electoral y allí me dirijo en cada caso, a renovar las esperanzas y mi fe en la democracia. Sé que está de moda ser descreído o escéptico, pero, en mi caso, es imposible dejar de recordar otros tiempos, algunos porque los he vivido y otros porque los he conocido a través del testimonio de las personas y del estudio de la historia. Por eso siempre digo a mis alumnos que no dejen de pensar en la gran suerte que tienen por haber nacido en un estado democrático de derecho, pues las dictaduras siguen existiendo y la vida sin libertad es algo que, una vez que se ha conocido la democracia, es una losa terrible.
Para mí votar es tener esperanza y creer en el sistema que tenemos porque es el que aceptaron y por el que lucharon tantas personas. Así que Triana será mañana ese escenario maravilloso que nos verá recorrer sus calles después de sentirnos parte de los que deciden que pasará con nuestra ciudad.
Caty León Benítez
Me gusta salir a la calle el día de las votaciones y ver a la gente mayor cómo se dirige a los colegios, vestida con más esmero que otro domingo, con la luz en la cara de los días grandes de Triana, y pensar que entre todos los vecinos estamos eligiendo a los que gobernarán nuestra querida ciudad, resulta tan fácil votar... una pena que después las decisiones sean tomadas por técnicos y no se nos tenga en cuenta, una pena que esos animales políticos que se han subido a los sillones del poder olviden tan pronto las calles sucias y los pequeños desarreglos, piensen fundamentalmente con el macrocerebro y se vean como una casta superior con derecho a todo.
ResponderEliminarPero para eso está el voto prestado. Los votos los prestamos únicamente, no lo regalamos ni los vendemos. El voto regalado es el que nunca puede cambiar, pase lo que pase. Y el vendido, es el que se hace por interés. Pero la gente de bien únicamente presta su voto y cambia cuando las cosas no se hacen como deben.
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