Bien pudiera marcar si alguien quisiera el corazón de la vieja Triana, clavado como está, majestuoso, en esa esquina donde ya ansía más espacio, a sus pies nunca una cruz fue más humilde, y tras sus ramas, queda escondida casi toda la barroca fachada de la iglesia.
Se le conoce como ficus australiano y es de hojas grandes, como el ficus gomero del altozano, pero se diferencian con facilidad porque el ficus australiano no tiene las vainas rojizas, porque sus ramas caídas se alzan en los extremos por donde brotan las nuevas hojas, y sobretodo, por las vistosas raíces aéreas que desarrolla y por las raíces superficiales, que emergen del suelo, onduladas, gruesas, olas de piedra verde, furiosas, que agrietan los muros para escapar del alcorque.
El ficus australiano crece de forma natural en bosques muy húmedos y cuando caen sus frutos de las altas ramas no llegan al suelo, sino que se posan sobre otras plantas, donde son capaces de germinar. Entonces comienza a desarrollar las raíces aéreas para llegar hasta el suelo y poder absorber el agua y las sales minerales, pero esas raíces terminan por estrangular a la planta sobre la que ha nacido.
Más tarde, estas raíces, a modo de contrafuerte, sujetarán toda la masa foliar que es capaz de desarrollar. Sin embargo, su madera es muy quebradiza y los fuertes vientos pueden romper sus ramas, como ocurrió hace pocos meses, cuando una alta rama cayó sin dañar a nadie a pesar de quedar tumbada cerca del paso de cebra.
Entre las hojas nacen sus flores monoicas, es decir algunas flores son masculinas y otras femeninas. Cómo estas flores son cerradas, sólo gracias a unas avispas ocurre el transporte de polen desde las flores masculinas hasta las femeninas. Pero curiosamente la avispa también sale beneficiada porque las hembras dejan sus huevos en las flores femeninas. Así, cuando la flor fecundada se transforma en el fruto, que es un higo, en su interior se van desarrollando las larvas que se alimentan de los azúcares que allí encuentran. En algunas especies de avispas, los machos carecen de alas y tras aparearse con las hembras comienzan a mordisquear el higo hasta abrir un pequeño orificio por donde la hembra alada y fecundada se escapa para visitar las flores y comenzar un nuevo ciclo vital.
No me piques amor, como esa avispa que huye, no me dejes, ya cansado, sin alas, tras una ventana para verte marchar. Quiero que te enredes en mi cuerpo al ritmo de esa vieja canción que no nos cansamos de escuchar y deja que tus largos cabellos, como raíces aéreas, se vayan cosiendo a mi piel para siempre.
Rafael Martín Holgado.
Rafael Martín Holgado.
Quiero ser de los primeros en felicitar a Rafael, el de la botánica romántica, por este comentario sobre el primer monumento vegetal de Triana. Sólo por aportar algo diré lo que sé del ficus de raíces aéreas que abriga a la antigua cruz de humilladero de San Jacinto. Leí que fue traído desde Sudamérica por un fraile dominico y plantado en 1913. Las fotografías fechadas que conocemos del lugar confirman esa fecha por la estatura del árbol.
ResponderEliminarCuando la iglesia era cobijo de hasta cuatro hermandades (Estrella, Las Aguas, Esperanza y Rocío), las ramas servían a los chiquillos de palcos de lujo para contemplar, "aéreamente", el discurrir de los cortejos.
Estupendo el texto, Rafael. Con el remate nos has adelantado el día de los enamorados en más de un mes...
Rafael es un "poeta de la secreta". Anda que no tiene nada escondido.
ResponderEliminarMaravillosos como siempre sus comentarios.
Hace mucho tiempo apareció en ABC una fotografía de la iglesia sin el ficus y estaba fechada a principios del siglo pasado. Comentaba que mucga gente pensaba que era más antiguo y que sus raíces llegaban hasta el Guaalquivir.
ResponderEliminarOs agradezco, de verdad, los mimos que me dais. Emilio cuando se me ocurrió lo de la vieja canción me acordé de los bailes con tu mujer que describiste un día en tu blog.
Yo supe de la edad del ficus un día que me lo dijo Ángel. Yo creía que era bastante más antiguo.
ResponderEliminar¡Ay, aquello noches interminables de boleros en mi piso de Alfarería!
Me alegra de que te hayas acordado.
Ángel, ese remate quizás quedaría mejor entre paréntesis, no crees? ¿Cuándo volverás a encerrarnos en un recuadro?
ResponderEliminarLos paréntesis romperían el sentido rítmico; empecé como acabé, "romanticamente"...
ResponderEliminar¿En un recuadro...?
Me refería a mí remate, recordando lo que tú hacías.
ResponderEliminar¡Ya! Si, acababa los artículos de El Correo con un último asunto entre paréntesis. Es que había que hablar de muchas cosas.
ResponderEliminarTu último párrafo no se puede encerrar, ni entre paréntesis ni entre nada... si acaso se puede enmarcar.