Se ha puesto de moda. Un escritor que
permaneció absolutamente olvidado y que sólo era conocido por los taurinos
aficionados a la lectura, se ha convertido en el autor imprescindible y hasta
se le ha dedicado la Feria del Libro que acaba de clausurarse. Llegamos a
Manuel Chaves Nogales por la vía de Triana, no por la taurina; con esto me
estoy refiriendo a “Juan Belmonte, matador de toros”, la obra del género
taurino más alabada y que fue publicada en el semanario “Estampa” el año 1935,
ilustrada con fotos más que interesantes y magníficos dibujos de su también
genial amigo, el trianero Andrés Martínez de León. Luego fue convertido en
libro varias veces reeditado.
Hace veinte años, cuando sólo se hablaba de
un extremo de la ciudad y del dorado follón que allí se organizaba cada día, al
Círculo Rociero se le ocurrió un ciclo de charlas sobre El Pasmo de Triana para
celebrar el centenario de su nacimiento. Un cartel de toros con los tres
conferenciantes anunció el acontecimiento. Nuestra participación versó en lo
que el genial torero contó al avezado periodista y que éste transcribió
dorándolo literariamente hasta componer un maravilloso libro de aventuras,
género de moda entonces. Triana es el escenario de las “hazañas” del chiquillo
del quincallero que vino de la calle Feria, y son trianeros los personajes
principales del reparto. Así que había material suficiente para la recreación
que pretendíamos.
Leyendo la admirable obra, uno se da cuenta
de lo que Juan oculta, de lo que sugiere, de lo que olvida, de lo que detesta;
así que para conseguir nuestro objetivo había que tomar nota de lo que se
cuenta y asentar, además, lo que Juan no confiesa porque queda fuera de la intención
de su historia o porque huye, todo lo que puede, de la tragedia de su oficio.
Chaves Nogales narra la historia en primera persona, como autobiografía,
contando con un estilo sorprendente la extraordinaria vida del más
revolucionario de los toreros.
También algunos flamencos descubrieron al
escritor sevillano por su obra “El maestro Juan Martínez que estaba allí”, las
aventuras de un bailaor en la Rusia de la Revolución. A pesar de estas obras y
otra, asimismo muy ensalzada, como es “La Ciudad”, una particular visión de
Sevilla, Chaves Nogales andaba por la oscuridad del olvido hasta que...
En el año 2005 realizamos un programa de la serie “De
Calle” para Sevilla Televisión sobre la calle Dueñas, allí donde nació este
distinguido reportero, y llamamos a una profesora de Instituto, llamada Maribel
Cintas, porque sabíamos que estaba decidida a resucitar la memoria y a
proclamar, en toda su extensión, la categoría de este paisano que emigró a
Madrid para acabar muriendo prematuramente en un hospital de Londres en 1944.
Maribel estaba enamorada de quien para ella era un ser íntimo,
extraordinariamente atractivo por su personalidad y su marchamo como escritor y
periodista. Pocas veces hemos oído hablar con tanto amor de un personaje,
muerto hacía más de sesenta años, y del que sólo alguna vez se nombraba por una
obra concreta.
Nuestro paisano Juan, chiquillo desastrado,
obsesivo, anárquico, soñador, alumno de la escuela natural de Tablada, peleado
con el mundo menos con Antonio Montes y sus novias que olían a jazmines de los
corrales, se convirtió por obra de Chaves Nogales en un personaje legendario
más allá de los inmensos méritos de sangre, ingenio y arte contraídos en los
ruedos. Así que nos hemos sentidos muy reconfortados paseando este año por la
Plaza Nueva sintiendo la mirada del adorado de Maribel desde los carteles
anunciadores.
No sé si alguna vez Juan Belmonte nombró
públicamente a su biógrafo ni en qué
términos si acaso lo hizo. Lo cierto es que -deseamos repetirlo- Manuel Chaves
Nogales añadió a la inmensa fama ganada por El Pasmo en el amarillo cegador del
redondel, la del hombre entre los hombres, en la vida de pobre y de rico, el
otro Juan protagonista de una historia de aventuras.
Ángel
Vela Nieto
Ángel lo has bordao, macho. Efectivamente hay un denominador común en todos los grandes, en vida son anónimos, mueren casi olvidados donde el viento da la vuelta y después cuando no están reconocen su obra que en realidad es lo que queda, lo que se valora y al autor que le den a no ser por algún amor que lo recuerde.Es lo magnífico, lo romántico, lo que huele a cancela y a maceta de aspidistra, a espera delante de un espejo con la cara empolvada por... no me lo cuentes vecina que no me quiero enterar que se ha quedado pajarito frito. Es el olor a jazmín. Tengo el original de la revista Estampa tal y como lo dejó mi bato que lo coleccionó.
ResponderEliminar¿y qué es eso que Juan oculta? ¿de qué quiere olvidarse? ¿de qué huye? No nos dejes así, Ángel, ¿cuándo dices que es tu charla sobre Juan Belmonte?
ResponderEliminarChaves Nogales sabía el libro que quería hacer basándose en la vida de Belmonte; los olvidos, las huidas, lo que no se cuenta en la obra bien pudo ser una labor a medias, pactada o no. Rafael Belmonte, el hermano del genio -también genial- me contó en su despacho de la calle Julio César en una de las ocasiones que fui a verle, que él fue testigo de algunas de las entrevistas de Juan con el periodista; eran largas sesiones que, a veces, hacía exclamar a Juan al ver acercarse a su biógrafo: "¡Ojú, ya está aquí otra vé...!".
ResponderEliminarLa charla (mejor lectura) está programada, dentro de los actos que ya se están celebrando, para el 17 de julio. Queda un rato todavía.
Gracias a los dos camaradas.
Precioso texto, Ángel. Soy poco taurino y nulo conocedor de la obra de Nogales, pero dan ganas de ser una cosa y otra.
ResponderEliminarLo que si soy es trianero en la lejanía, mas que nada desde que te conocí.
Gracias, Paco. Te encantará la obra. Manuel Chaves Nogales es un escritor genial, un reportero al estilo de los más atrayentes, testigo de su tiempo. Y cuando se juntan dos genios es fácil imaginar el resultado.
ResponderEliminarEn tu Granada o en tu Barcelona, te sentimos cerca del puente de Triana, un barrio para los que, como tú -apasionados de la imagen y la Historia-, aman la belleza.