OTRA CURIOSIDAD
No
sabía yo que mi osera/leonera fuera
una especie de arcón con tantas curiosidades dentro, de las que algunas han
sido una auténtica sorpresa porque ni siquiera me acordaba de ellas.
Ésta que traigo al blog es un libro que
al tenerlo en mis manos vi que en la portada estaba dibujada a plumilla la
calle Vida, del barrio de Santa Cruz, con autoría de un trianero de solera
llamado Vicente Flores y fecha de 1952.
Se publicó este libro el día 25 de
Marzo del mismo año, aproximadamente un mes después de haberlo expuesto
como discurso en la Peña Trianera, (Ateneo
trianero), la extrañeza fue directamente a la pregunta: ¿De dónde ha venido
este libro que tiene 60 años?.
¿Quién lo habrá traído a casa?. Misterio. Palabra que no tengo ni idea de esta
posible adquisición, regalo o préstamo, ¿pero quién o de quién?
El autor de este libro que se titula La Vida, de ahí el dibujo de la portada,
es Ignacio
María de Lojendio, (q.e.p.d.), vasco
que vino a Sevilla a posesionarse de la cátedra de Derecho Político en la Universidad Hispalense en el año 1942 y estuvo como titular de ella hasta que se
jubiló en 1984 contando 70 años de edad,
estudió la carrera de Derecho en la
Universidad vallisoletana,
doctorándose entre La Sorbona y Oxford
por lo que además era políglota, también fundó el Instituto de Ciencias Políticas. Recibieron sus enseñanzas alumnos
de la talla de Manuel Clavero Arévalo,
Manuel Olivencia, Felipe González…..
En el año 1950 ingresó
en la Real Academia Sevillana de Buenas
Letras con un discurso de ingreso que versó sobre La Muerte y en el año 1951
pronunció el pregón de la Semana Santa
sevillana. Como se lee, una gran carrera en Valladolid, París, Oxford… y en Sevilla la remató de una estocá hasta
la bola y, en tiempo récord, el toro patas arriba. Vamos, sin puntilla.
Poderío, se llama eso. Era hermano de Luís
María Lojendio Irure, Abad mitrado de
la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
Coincidiendo en una conversación telefónica con Vicente Flores (junior) con motivo de
un Cachorro antiguo que tanto él
como yo hemos heredado y que son unas magníficas copias del titular, pero en
tamaño reducido, le pregunté por el dibujo de la portada y por teléfono me adivinó el libro que tenía
entre mis manos y él también a mano(coincidencia) dándome las referencias trianeras de Ignacio
María de Lojendio al que llegó a conocer y entablar amistad.
Me dijo que este Ignacio cuando llegó a Sevilla estuvo residiendo en Triana en una fonda o pensión que
había en la calle Castilla pared con
pared con el bar Cuesta y vecino
cercano a la Peña Trianera de la que
era asiduo visitante, no sé si también socio.
Eran los tiempos en que el equipo del Sevilla contaba con Bustos, Guillamón, Campanal, Valero,
Ramoní, Riquelme, Liz, Arza, Araújo, Domenech y Ayala. Y precisamente el
portero, Bustos, era compañero de
fonda de Ignacio, puede que también algunos jugadores más residieran en la fonda
de forma efímera. Como era, este Ignacio,
aficionado a la cocina y seguro que, como vasco, al güen yantar y a la
güena pitanza, los sábados y domingos organizaba comidas que el mismo cocinaba
e invitaba a jugadores, amigos y vecinos de fonda, como creo que también socios de la Peña Trianera.
Lo tenía a güevo Ignacio, viviendo justo
enfrente de la Plazaabasto de Triana
en sus esplendorosos tiempos de multitudes dentro y fuera de las cuarteladas de
frutas y verduras, pescados, carnes, gandingas, ultramarinos y esa gracia y ese
arte de vendedoras/es de garbanzos remojados, de chicharos a medio cocer para
quitar gases, de perejiles, yerbagüena, cabezas de ajos pelados, tagarninas,
arropías, aguardientes garrafones…un
mundo mañanero aparte, vocinglero de pregones, de carros, cargadores,
pelantrines buscavidas, artistas, toreros… que se mezclaban en el
Altozano con el trasiego de gente que iban y venían a/de Sevilla. Era “La Vida”. Toda una filosofía sorprendente. Supongo que quizás todo
ello le diera título a su conferencia, después libro, que comentamos aquí y que
no sé si la repitió en alguna parte. Como también supongo que cuando atravesaba
el puente y dejaba “La Vida” atrás,
la filosofía cambiaba y se encontraba con Sevilla, otra forma de vivir, de ser
y de estar, enfrentándose al trabajo, que a casi nadie le gusta, y quizás, por eso, su otra conferencia
en el Ateneo de la capital,
filosóficamente, la tituló La Muerte.
Antonio del Puente.
Primavera del 2012
Y como para muestra solo falta un botón por ejemplo en
Triana se va a celebrar el
centenario de cuando a Juan Belmonte
lo trajeron por primera en hombros hasta la calle Pureza después de su gran triunfo novilleril en Sevilla, o sea, “La Vida” y en Sevilla se
han dado unos actos para celebrar el cincuentenario de que Juan se pegara un tiro, o sea, “La……
(Ay, Ay.. que me entran los
repelucos del canguelo).
Antonio del Puente.
Primavera del 2012
"La Vida" da muchas sorpresas, Antonio...
ResponderEliminarSabrosa entrada en toda su extensión. Probablemente en ese año fuera presidente de la Peña Trianera el mismo Vicente Flores. A este respecto te recuerdo que hay un miembro de la tercera generación con el mismo nombre, o sea, que el "junior" actual es un joven que fue concejal del anterior Ayuntamiento.
Pues sí, varios de los futbolistas venidos de fuera de aquel Sevilla de los cincuenta fueron trianeros de vecindad; Busto hasta se llevó una mujer trianera. El lugar donde se hospedaban, paredaño a Casa Cuesta, fue el antiguo Parador de las Bocas, número 3 de Castilla, y aún puede verse algo de él.
Continúa hurgando en la "leonera"...
En honor a la verdad, Ángel, me ha llamado Vicente Flores al que he llamado "junior" -de forma cariñosa para que se comprendiera que no era el fundador de la saga y me alegro que haya otro al que se le pueda trasladar el apelativo, de aquí en adelante le llamaré V.F.II.- para decirme y hacerme rectificar que Don Ignacio María de Lojendio no se hospedó nunca en el Parador de las Bocas, jugadores de Sevilla si y e tenía amigos que si estaban hospedados también y le hicieron de embajadores en el barrio del que se convirtió en asiduo visitante y simpatizante hasta el punto que Paco Ruiz del Bar Cuesta le prestaba la cocina para que hiciera esos pinitos de restaurador de postín que ya hablo en mi escrito. Se me cambiaron los cables y confundí hospedaje por visita pero no quita para que Triana se sintiera orgullosa por tan ilustre visitante. Pregunto Ángel ¿en ese Parador encerraban los caballos de los montados que salían delante de las cofradías en plan lanceros bengalíes con casco y chaquetas azules?.¿Había cuadras?. Son recuerdos de niño, compréndelo.
ResponderEliminarDebes tener cuidado, Antonio, estoy seguro que en esa leonera nacen libros y recuerdos por generación espontánea, lo mismo que pasaba con los juguetes que guardaba de pequeño en una caja de cartón que había en la cocina. Cuando pasaba mucho tiempo, es decir, dos o res semanas, los veía diferentes, la mayoría menguaban y lo sorprendente fue la aparición de otro puñal de plástico. Las baratijas de plástico me las compraba mi abuela cuando me llevaba a la plaza, para que le diera menos la lata, y me sumergía en ese mundo de mujeres comprando y vendedores singulares.
ResponderEliminarDe verdad Rafaé, te digo lo que dice Antonio(junior), mi nieto, que Monte Pirolo está lleno de magia, con decirte que en Navidad las bolas del pino algunas se convierten en bolas de chocolate, entre los romeros y madroños del Belén habitan gnomos que tembién son de chocolate y las boñigas de los camellos de los Reyes Magos también y los huevos de las gallinas y las comidas que están en las ollas y las castañas de la castañera y a mi me encanta, y además me lo creo, y todo es por generación espontánea, nadie sabe el porqué. Mi puñá, Rafaé,era de goma en el puño negro tenía muescas y la hoja pintada de purpurina de plata y además tenía su vaina de cartón piedra con la cara de Toro Sentado en relieve. Cuanto lo echo de menos hoy que hay que tenerlo en las manos las veintisiete horas del día. Mi agüela,la pobre, cuando mis primos y yo nos quedabamos mirando el escaparate de una confitería partiéndole los cristales con los ojos, nos decía: "Ojitos habéis visto,barriguitas joerse" y como estabamos acostumbrados no dábamos ni eso, la lata.
ResponderEliminar"Las Bocas" era uno de los muchos paradores y posada de la calle Castilla cuando era vía de entrada a la ciudad por los caminos de Huelva y Extremadura. En su seno se mezclaban vehículos (de la época), ganado y viajeros, todo un mundo que había que saber soportar. Ya en los años cincuenta era fonda más que otra cosa.
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