Puedo prometer y prometo que jamás había leído antes la susodicha frase, y estoy seguro de que a cualquiera en el rol de escribidor de una guía de Triana se le hubiera ocurrido porque es de cajón. Otra vía de entrada es falsa, y si se pasa al arrabal a la velocidad de un automóvil es como si nos dejan en el mismo Altozano de un salto. Y la otra noche, mirando blogs trianeros, volví a ver la frase y con la misma indicación de origen, ya era un dicho del pueblo como las coplas de Manuel Machado.
Pues esta misma mañana he atravesado el río llevado a la fuerza por los invisibles celadores de Hacienda, y, claro, regresé a Triana andando y contemplando. Siempre que lo hago recuerdo una noche de verano con el inolvidable Manolo Pacheco sentado frente a su casa de Santa Cecilia, en el bar de Diego. Le llevé el libro-guía para que le echara un vistazo y me diera su sabia opinión. Y no llegamos a pasar de la primera página; es más, ni del primer párrafo; todavía más, ni del renglón inicial..., y como en el circo: no pasamos de la primera palabra que, ya hemos visto, es hasta monosílaba. ¿En Triana hay que entrar...? o “A Triana hay que entrar...?”. Ahí nos enganchamos y como no existía Internet tuvimos que dejarlo hasta consultarlo en los libros. Puede ser pueril y hasta prueba evidente de nuestra cultura a lo salvaje. Pero ocurrió. Y cuántas veces nos reímos recordándolo.
Pues sí, entré andando y por el puente y en la próxima edición de la guía (que nunca se hará) habrá que añadir: “aunque pueda ver algo que dañe su vista y su sensibilidad”. Lo primero que me dolió es la dejadez de los pilares a los que le han crecido una horrible barba, crespa, desaliñada, como de puente jubilado. Un día en vez de preocuparse el Ayuntamiento por los candados de los enamorados debería mirarle los pies al puente. Luego, la herida vino del lado del murallón de la orilla de Betis, ese que sueño ver bellamente exornado de pinturas en un corcurso que tampoco se llegará a organizar nunca; pues ese sueño es ahora una pesadilla en forma de desconchones, de abandono, como si estuviéramos hablando de un rincón oscuro y estamos ante la portada del arrabal. Y ya el remate: el reloj de El Faro, un parado de larga duración que no costa en el Inem y por el que tantas veces hemos clamado.
A un lugar histórico que no cuida su muy cantado y emblemático paso de hierro decimonónico; que desprecia lo que mejor se le ve desde la otra orilla y, además, olvida el reloj público que debiera saludar a los visitantes con un son de guitarra por soleá de Triana... a un lugar así poco importa por dónde se entre.
¿Y en estas jornadas de forzadas visitas habrá entrado algún político andando y por el puente?
Ángel Vela Nieto
Pues tiene toda la razón del mundo D. Angel Vela.
ResponderEliminarLos pies del Puente dejan mucho que desear, y el reloj del Faro desconozco cuánto tiempo lleva como objeto de decoración (mínimo año y medio, que es el tiempo que intento conocer el arrabal).
Sería muy lindo que sonara el son de guitarra de una Soleá de Triana.
Bonita la anécdota de ¿En Triana hay que ...?¿A Triana ....?
Gracias por dicha entrada.
Me gusta más en Triana porque se dice desde dentro, Ángel y seguro que ninguno de los candidatos llega andando porque han perdido el vivir diario; los problemas globales, las soluciones técnicas que ofrecen para todo, sólo son visibles para aquellos que observan la ciudad desde las alturas del poder, por eso llegan siempre en helicóptero y les cuesta tanto enterarse de las cosas que nos pasan.
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