Parece que ese día José Manuel quería cazar espectros con su cámara y fue rebuscando, orilla de la calle Betis, por todos los reductos donde habita el tiempo y la memoria. Y encontró el paso detenido de la vida junto a la escalera de Tagua, a dos pasos del corazón de la capilla marinera, en un viejo quiosco de cristales por el que aletea el alma de Laureano y hasta hace poco respiraba -¡Oído, cocina!- la de mi amigo Lorenzo.
Al Puesto de las Flores le llegó su anticipado invierno en la antesala de la primavera, cayendo al suelo sus hojas de cristal el 16 de marzo de 2001, tras sentir desde 1930 la sirena de los vecinos vapores, el griterío de la cucaña, los sones de las bandas procesionales, las canciones de Manolín el de la Murga, los fandangos de El Pintillo, el pregón de las verdes avellanas, el chirriar de los tranvías, las balas de la guerra...
En diez minutos pasó de la vida a la muerte. Pero antes, cuidando su último latido, aguardando impaciente el segundo del fin, sentado en la sala de espera de las cosas perdidas, un hombre enjuto, al que llaman "El Breca", araña los segundos para certificar la defunción de otro trozo entrañable de Triana.
Sucumbió el quiosco a las nuevas imposiciones de la modernidad, y tal vez "El Breca" fuese el único que llorase amargamente desde el vacío de la soledad...
Fotografía: José Manuel Holgado Brenes
Texto: Emilio Jiménez Díaz
Recuerdo a este personaje; también recuerdo la foto de José Manuel que ya conocía. Me impresiona esta imagen, es fantástica.
ResponderEliminarEs una fotografía rara, espectral. ¡Qué pena del Quiosco de las Flores! ¡Qué buenos ratos he pasado allí!. Yo hice la convalidación de estudios en el San Isidoro con Loren, y le aprobé el latín pasándole mi examen. Jamás lo olvidó. ¡Pena de su muerte siendo tan joven!
ResponderEliminarEstuvimos activamente contra el traslado del Kiosco de las Flores; ni El Loren ni su mujer lo querían. Y nosotros entendíamos que cambiar un lugar con historia para el esparcimiento general por la boca oscura, infernal, de un aparcamiento subterráneo, era una aberración, una herida en el corazón de Triana que es el Altozano. Argumentamos mil cuestiones, pero, evidentemente, no sirvieron para nada. Al cabo del tiempo vemos cómo el nuevo Kiosco de las Flores ha llegado a privarnos de un buen tramo del panorama de Sevilla desde la calle Betis. Como vemos, nada ganó este barrio, sino todo lo contrario, con el dichoso aparcamiento que bien se pudo hacer en el subsuelo del espacio que ocupó, provisionalmente, la plaza de abastos, entre Pagés del Corro y Alfarería. Es una historia larga y penosa.
ResponderEliminarFueron mis mejores momentos de reuniones en su recinto: cumpleaños, bautizos, noches de verano. Allí le di el primer almuerzo de casada a mi hija y he vivido jornadas inolvidables. Pero los munícipes qué saben. El lugar ideal del aparcamiento es el que tú indicas, pero no fue así, desgraciadamente.
ResponderEliminarComo siempre, me emocionan el texto y la foto.
ResponderEliminarMe recuerda mucho a mi padre ese señor de la imagen, trianero de pura cepa, de la calle Betis, llamado Laureano Cárdenas,,, alguien podría decirme quien es ese hombre de la fotografía?, o quien fue?. Me ha dejado muy impresionada.
ResponderEliminarGracias,