El primer Cagancho
Tío Antonio Rodríguez Moreno inaugura
la casta cantaora, fértil y decisiva, de los Caganchos. Nace en 1820 y es el primer gran seguiriyero cuya fama
recaerá después en su hijo que será reconocido como uno de los nombres con
mayor raigambre y devoción en el templo flamenco. Estaba casado con Concepción
García Vargas, trabajaba en la fragua familiar y el cante será su desahogo
vital. Fernando el de Triana, uno de
los principales doctores en esta cátedra inabarcable, cuenta que Tío Antonio Cagancho se hizo popular “sin salir en
su vida del arquillo de la Cava, porque era mucho Tío Antonio cuando cantaba
esta seguiriya: Como jases conmigo/ esta
villanía,/ así lo hagan contigo los moros/ de la morería. Alababa,
Fernando, el timbre melodioso de su voz y aseguraba que estaba reconocido como
la más alta representación del cante fragüero. Y si él era llamado “Tío”, título
de autoridad, Manuel, su hijo, alcanzará el rango de “Señor” que le distingue
del común por su admirable maestría cantaora.
Tío Antonio
es el primer Cagancho que se conoce,
porque no sabemos si su padre, Manuel, ya lo portaba. ¿De dónde viene el
sobrenombre? La mayoría de las veces que de una forma u otra ha salido el
asunto a colación, casi siempre en viejas entrevistas a un miembro de la
familia, se ha dicho que deriva de los ganchos que fabricaban en su herrería
sobre la que cuentan que colgaba un letrero que proclamaba: “Ca gancho a…” y el precio a
continuación. La idea de que es por un pájaro de buen piar, conocido por este
nombre o parecido, nos parece peregrina.
En nuestra
búsqueda por los antiguos padrones vemos que en 1865 Antonio Rodríguez Moreno
vive en el 52 de la calle Verbena (Rodrigo de Triana), hijo de Manuel y
Baldomera, tiene dos hijos varones, Manuel y Juan, de 15 y 8 años, y dos
hembras, Ramona y Encarnación, de 18 y 12. Era herrero y tenía 45 años, lo que
demuestra que el dato repetido de su nacimiento es correcto (1820); también el
que se maneja de su hijo Manuel (1850). Los números 51, 52 y 53 de la calle
Verbena estaban poblados de gitanos herreros de las viejas castas: Vargas,
Filigrana, Leiria (Lérida), Bermúdez, Ortega, Moreno y de los Reyes. Cinco años
después, 1870, aparece domiciliado en la calle Ardilla, 10, con algún desajuste
en la edad de las mujeres (el mundo gitano no admitía el término hembra), y lo que nos resulta más
llamativo: los dos hijos que se anotan, también herreros, figuran con los
nombres de Manuel y Miguel, éste de 16 años, desapareciendo el llamado Juan que
en el año señalado cumpliría los 13. En esta casa de Ardilla estaban censados
varios herreros más, entre los que nos llaman la atención, por posible
parentesco, Antonio Rodríguez Montenegro, Manuel Rodríguez Flores y Martín de
los Reyes Moreno, éste casado con otra Rodríguez, Amparo. En la casa paredaña
estaban domiciliados dos alfareros, uno de ellos apellidado Canela. El primer Cagancho vivió también en el 86 de la
mencionada calle Verbena donde estaba censado en 1875.
Por último
digamos que en 1900 ocupaba una vivienda en el 93 de Pagés del Corro Miguel
Rodríguez García del que se dice tiene 47 años, casado con Antonia Rodríguez
Moreno y con dos hijos, Manuel y Ramona. Pues este Rodríguez García es hijo de
Antonio y Concepción, lo que nos hace asegurar que se trata de uno de los
vástagos nombrados del primer Cagancho. También la casa 93 de la Cava es cobijo
de varios herreros apellidados Reyes, Vargas y Ortega. Uno de estos vecinos era
José Ortega Vargas, herrero bautizado en Santa Ana, hermano de El Fillo y, por
tanto, cuñado de La Andonda.
Ángel Vela Nieto
(Del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”).
¡"Peaso" de documento! Es sencillamente insuperable y grandioso. Tenía datos sobre el personaje, pero esto es increíble, por lo completo y riguroso
ResponderEliminarÁngel, eres la enciclopedia trianera más asonbrosa que yo he visto en mis "taítantos" años...que ya es decir.
¡¡¡ENHORABUENÍSIMA!!!
Saludos.
Disculpa, quise decir: "asombroso", la importancia de la ortografía es esencial.
ResponderEliminarUn lapsus, miarma.
Y no conviene pasar por alto que incluso tenemos hasta el testimonio fiel de la voz de Manuel Cagancho grabada en cilindros de cera; ni más ni menos que en el 1899. Lo que en otras comarcas han forjado con leyendas, aquí se ha forjado con testimonios auténticos.
ResponderEliminarLa terminología -macho/hembra- se utiliza en denominaciones animal, vegetal e industrial. En los humanos, coloquialmente, referente a la descendencia y se sustituye el término macho, peyorativo, por el de varón dejando el de hembra. Hoy en día se utiliza más niño/niña, hombre/mujer. En otra época, no sé si todavía, terratenientes y ganaderos cuando se referían a parientes que se habían destacado por sus muchos devaneos amorosos, dentro de un argot machista y trasnochado, decían: "Es o era un gran hembrero". "Esta hembra tiene unas ancas para quitarse el sombrero.
ResponderEliminarQuizás los gitanos, Ángel, con su cultura y sabiduría de siglos a sus mujeres no las querían denominar, en confusión, con términos animalistas. Hasta hace poco en documentos administrativos había que poner en un cuadrito V/H.
Buen y riguroso documento trianero y gitanófilo, hoy en día el quejío doloroso -seguiriyas, martinetes- que marcó un cante propio de la casa de los Caganchos está en fieles grabaciones en la persona y en la voz (el quejío) de un descendiente que nunca se movió de Triana hasta su fallecimiento, Tío José Rodriguez Lara "Tragapanes".
Las gracias a Mari Carmen, claro. La verdad es que en los viejos padrones se pueden hallar tesoros; ahora bien, hay que tener paciencia de santo. Tambien es cierto que se sabe muy poco de los grandes nombres de la fundación del flamenco, especialmente de los trianeros. No nos hemos tomado muy en serio lo que en otros lugares es primordial.
ResponderEliminarFerCa, nuestro amigo Antonio, añade su sabio apunte que también agradezco. Otro amigo, el doctor Antonio Reina, presidente de la Fundación Antonio Mairena, es quien me comentó lo del término "hembra" en el mundo gitano.