lunes, 25 de marzo de 2013

4ªº PARTE DE "TRIANA EL BARRIO DEL ARTE" DEL LIBRO "HELIOS GÓMEZ LA RÉVOLUTION GRAPHIQUE"

Portada del libro "Helios Gómez La Révolution Graphique"

Continuación del capitulo "Triana: El Barrio del Arte" del libro "Helios Gómez La Révolution Graphique.

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Rebuscando en la obra de Helios Gómez y cuya culminación puede ser la  Capilla Gitana, podemos encontrar un cierto vestigio religioso inspirado  en el espíritu  de su barrio donde la Semana Santa, El Corpus Christi o la  Romería del Rocío tienen un carácter distinto a la de la propia Sevilla. Así, en esta época, durante la Semana Santa procesionaban numerosas hermandades de penitencia entre las que destacamos La Esperanza de Triana, El Cachorro, La O y La Estrella. Desde 1813 Triana dispone de una hermandad rociera que fue fundamental en el devenir de  la Romería del Rocio. Y, por último, la procesión del Corpus Christi, en Triana “Corpus Chico”, le confiere al barrio el auténtico sabor de pueblo.

Pero el  aspecto, este definitivo, que marca el espíritu  de Helios Gómez es el ambiente cultural y artístico de Triana;  el solar del mundo que más artistas ha parido. Pocos barrios han podido contribuir al engrandecimiento cultural y artístico de España. Tal es así que, la mayoría de las veces, tanto esplendor puede alterar la realidad por entenderse que es el resultado de una auténtica exageración chauvinista y vanidosa. Pero sin embargo, basta un repaso a la bibliografía, discografía u otros medios de conocimiento general para demostrar que el arte del toreo, del flamenco, de la danza, de la canción, de la pintura o del cine  tiene en esta orilla una nómina de artistas fundamentales.

Recurriendo de nuevo  a la maleta que heredó su hijo Gabriel, nos encontramos con dos toreros trianeros coetáneos de su padre: Francisco Vega de los Reyes “Curro Puya” y Joaquín Rodríguez Ortega “Cagancho”. Todo parece indicar que ambos diestros tuvieron una relación personal con Helios Gómez: coetáneos, vecinos, gitanos y probablemente compartiendo otras aficiones. El exilio de nuestro artista seguramente no impidió el contacto entre éste y los mencionados toreros debido a su contrastada  afición taurina hasta el final de sus años. En la época que tratamos, el arte del toreo era dominado por un trianero: Juan Belmonte “El Pasmo de Triana”, dos generaciones mayor que los dos diestros mencionados. Él fue el auténtico creador del toreo moderno. Hasta él, los toreros iban buscando al toro, convirtiendo la lidia en una auténtica guerra donde  se limitaban a acompañar al toro en la embestida. Se hablaba de los terrenos del toro y del torero y la suerte de matar, de picar y de banderillear eran las más importante de la lidia. Con Belmonte todos los terrenos de la plaza eran del torero, del toro ni un puñado de arena. Los pies hay que enterrarlos en la arena y dejarlos quietos, ahora sólo se mueven  los brazos y el toro va a donde quiere el torero. A partir de aquí podemos hablar del arte de torear; el riesgo y el trabajo se convierten en valor y dominio. Han sido innumerables los toreros trianeros desde el siglo XVIII hasta la época actual y algunos, como los mencionados Belmonte, Cagancho y Curro Puya, fundamentales en el desarrollo de la lidia actual.

Haberse criado en la Triana de principios de siglo XX fue la gran suerte de Helios Gómez para impregnarse, en primera línea, de otro filón de belleza propia de este barrio: nos estamos refiriendo al Arte Flamenco. Aquí tiene su cuna y Meca ya que  es donde todos los artistas flamencos de la época  pasaron para impregnarse de este arte tan singular y misterioso. Sin lugar a dudas, una de las consecuencias de la simbiosis que ocurre con la llegada de los gitanos a Triana es el gran milagro del Arte Flamenco. A buen seguro que no podemos hablar por separado de una raza, de una tierra ni de un oficio sino de la mezcla en la dosis adecuada de los componentes mencionados.  Una particularidad, casi un enigma por resolver, son las dos vertientes flamencas que se producen en una extensión tan -relativamente- reducida:  los cantes gitanos, rancios, procedentes fundamentalmente de las fraguas de los Montes Pirolo y Marianillo, representados por sus tonás, siguiriyas, soleares y tangos y, en contraposición: El Cante Alfarero; con la soleá alfarera del Zurraque, sin parangón en el mundo flamenco. En aquellos años de principio del siglo XX en Triana era imposible que el Flamenco pasara desapercibido para sus vecinos pese a la intimidad que le conferían, las fraguas, las tabernas y los corrales de vecinos, escenarios por excelencia de este arte en aquellas fechas. La taberna “El Baúl”, en el Monte Pirolo, era donde los toreros llevaban a sus amistades para el disfrute del Flamenco. Pese a que en Sevilla existían numerosos cafés cantantes, en Triana no fueron muy prolíficos, salvo algunas excepciones. Los ecos de los legendarios nombres de los Caganchos, Frasco el Colorao, Los Pelaos, Ramón “El Ollero”, La Andonda o el Fillo debían sonar todavía por el arrabal y no fueron ajenos a los sentidos de Helios Gómez, que supo plasmarlo a lo largo de toda su  obra y concretamente en La Capilla Gitana que sintetiza a la perfección un cuadro flamenco donde la Virgen de la Merced luce majestuosa como una gran “bailaora” gitana.

Continuará

José Luis Jimenez

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