Es la mañana de la blanca barriada de San Gonzalo, el día de su hermandad y su presencia gozosa en las calles de Triana. Y es esa hora en la que todo empieza a bullir por el entorno del templo. Una pena que sea temprano para la presencia de nazarenos, porque ansío recrearme en su carita cuando aparezca el primero. Será, quizás, como para nosotros los adultos estar ante un marciano, o tal vez no; su cabecita no da abastos de tantas novedades y esta puede ser una más; no sé..., ya me lo dirán sus padres después de la tarde.
Paseamos mi nietecillo y yo por la Avenida de Alvar Núñez, camino trillado que nos lleva directamente a su giratorio paraíso, los cochecitos de Luis. Así que él ve lo de siempre en una calle que no es la misma. Los veladores de los bares ya empiezan a sentir todo el peso del día que les espera, y la gente habitual parece desplazada por los curiosos cofradieros y otros -me refiero a los políticos- que buscan en esta semana claros intereses particulares. Ya los andalucistas ocupan varios veladores, haciéndose vistos y metidos en la laberíntica interrogación que para ellos son los próximos comicios municipales, perdida la posibilidad de mayores logros.
Avanzamos y nos topamos con otra bandada de la misma especie, ésta en pleno vuelo camino de la iglesia; no creo que falte nadie de los que desde hace demasiado tiempo ocupan la casa de todos los trianeros aunque se le llame de los Mensaque. Hay que tomar posiciones cuanto antes. A mi nietecillo, ajeno a estos trajines, sólo le extraña la ausencia de palomas en torno al bar Avenida buscando migajas de pan; demasiada gente para aves tan listas y tan desconfiadas; así que hoy no habrá carreras tras ellas (aún espera que un día una se deje coger). Y así avanzamos los dos lentos y pendientes de nuestros pájaros... Echo de menos a los del otro partido aspirante, mas atendiendo a la táctica empleada por su líder seguro que ya estarán junto a los dorados y prometiendo soluciones de lo que sea a todo el personal a la vista. A los que faltan en este recuento al paso, los socios actuales de los mandantes en la plaza Nueva, no se les espera porque, aunque están en la guerra, la batalla capillita la dan por perdida...
Sin soltarse de mi mano, sintiendo que algo cabila su abuelo porque apenas le habla, vislumbra mi nietecillo sus calesitas y me hace apretar el paso. Luis, tan tranquilo habitualmente, reparte con presteza los carnets de conducir a su ávida clientela.
Le pregunto a mi minúsculo acompañante qué coche elegimos y me señala el de Mickey Mouse. Estupendo porque algo así es lo único que hoy nos puede unir a los dos en su mundo, su inocente mundo...
Ángel Vela Nieto
Hermosísima esa dualidad tuya y de tu nieto. Estupendo el artículo, como siempre.
ResponderEliminar¡Ay, querido Ángel, no sabes la alegría que me da verte escribir cosas de y sobre tu precioso nieto! Yo te lo predije hace bastante tiempo, que tu ibas a ser un abuelazo de categoría, lo que se está haciendo hermosa realidad. Te recuerdo que, cuando yo lo fuí hace diez o doce años, tu abjurabas del título de "abuelo", diciéndome que esa calificación maravillosa era -palabras tuyas textuales- "el pescante de la muerte", nada menos. Ahora ¿qué te parece?. Felicidades más por el nieto que por el texto, pero los dos son super super.
ResponderEliminarMuchas gracias, José Manuel, compañero en mil batallas. Pues sí, eso de "abuelo" me parecía lo último (que es lo que es, realmente). Después de ser nieto, hijo o sobrino, padre o tío, yerno o suegro, eso de "abuelo" ya no da pie para otro título, si acaso el de "fiambre". Así que hemos escalado el último peldaño, lo que ocurre es que Dios nos lo dulcifica enviándonos algunos de sus angelitos para que no desesperemos ni nos falten las caricias necesarias. La vida...
ResponderEliminarMaravillosa estampa de la relación abuelo-nieto. Enhorabuena Ángel y que se críe con mucha salud.
ResponderEliminarMuchas gracias, Caty, y que conste en acta trianera que te echamos de menos aquí, en estas páginas. No todo va a ser para los lectores de ABC... Por cierto, enhorabuena.
ResponderEliminarÁngel, después de algunas ayudas parece, no se, si estoy dando con la tecla. Maravillosamente descrito el entorno pre-procesión y maravillosamente descritas las sensaciones de esa tarde donde la Virgen de la Salú va más blanca que la luz. Yo también las estoy teniendo desde hace cinco años, pero me niego a que me llamen abuelo, piyayo o como mucho agüelo que suena al agua que se vá entre las manos, como el tiempo. Si señor,si algunos de esos políticos que tu nombra hubieran hecho la estación de penitencia irían con el capirote levantado.
ResponderEliminarHola Ángel, tengo dos o tres ideas que desarrollar para el blog, pero también tengo una contractura que no me deja apenas escribir. No veas lo que me está costando escribir este comentario. Y mi hijo no quiere hacerme de secretario...
ResponderEliminar¡Estos hijos...! Mucho ánimo para ti, imagino lo que estás padeciendo, más que por la molestia de la contractura por no poder escribir... Espero leerte pronto. Hay otros "desaparecidos" sin parte de baja...
ResponderEliminarA Fernández de Cachero: Bueno, Antonio, pues ya ves cómo yo me resistía, y lo malo es que no te llaman abuelo, ni "agüelo", sino "abu", y a esa música, admirado amigo, no hay quien se resista...
ResponderEliminarÁngel verdadero, perdoname que vuelva a lo del título de "abuelo", pero hay otro por encima, tan dificil de conseguir que sólo ciertas privilegiadas personas lo alcanzan y eso porque han comenzado antes las oposiciones de la vida, es el de "bisabuelo" que, a mi por lo menos creo no me lo otorgará el Señor para, llegado el día, presentarme a Él dignamente; los ultimos peldaños por tí aludidos se me hacen ya tan altos y tengo una artrítis tan hermosa...
ResponderEliminarPues sí, José Manuel, el título de bisabuelo está sólo reservado a privilegiados; también queda fuera de mis espectativas. Pena tener que privarme de escuchar una vocecilla que me llame "biabu..."
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