Aquí todo comienza en marzo, cuando el cielo es azul y, un día tras otro, siempre parece domingoderamos. De sopetón se han llenado Las calles de colores, brotan las hojas nuevas con rabia y sus finas láminas lo van cubriendo todo; se van adueñando del espacio los pájaros, como locos de aquí para allá, entre chirridos y gorjeos. Aquello que estaba dormido despierta y en segundos se pasa de la quietud al frenesí, pero es un estruendo tranquilo, una explosión de los sentidos en calma, un corazón que se acelera sin perder el compás porque el aire nuevo te va llegando a sorbos, aire templado, dulce aire de deseos y pasiones, veneno azul que hace vibrar lo viejo, entonces todo parece recién hecho y se vuelve a reinventar el tiempo.
Si muchos árboles en primavera parecen renacer, el árbol del amor puede servir de ejemplo para contemplar el maravilloso cambio. De un marrón feo y sucio por las ramas desnudas y los frutos secos que cuelgan se pasa en pocos días a un colorido salvaje, antes de que broten las primeras hojas las ramas se cargan de flores rosas y transforman por unos días este espacio extraño de la calle Manuel Macias Mínguez. No es un sitio usado para el paso, y ahora el pequeño jardín se encuentra cuidado y limpio, pero se va llenando con el tiempo de hierbas altas, que esconden cagadas de perros, botellas vacías, papeles tirados; a veces, de los bancos se levanta el humo dulce de esa otra hierba olorosa, lo que termina de marcar el lugar.
Una pena que árboles tan bellos pasen desapercibidos, pronto comenzarán las hojas a brotar y servirán para entender porqué estos árboles se llaman así. Queda abierta la hoja como un corazón púrpura atravesado por marcados nervios, que no son más que los tubos por donde circula la savia, caminos huecos que se van estrechando para perderse entre lo más pequeño, lo microscópico, las células.
Rafael Martín Holgado.
Rafael, medio tocayo mío, hay quien dirá que somos primos, porque mi padre (q.e.p.d.)-a quien tanto quería sin darme cuenta-, fuese hermano de tu madre, ¿verdad? Pues no somos parientes, pero sí hermanos espirituales en el amor a las plantas y ambos poetas, tu de la botánica y yo, creo, de la fotografía. Está bien que el personal lo sepa. ¡Felicidades por tu hermoso texto sobre el árbol del amor! Sabrás que también se llama "de Judas", aunque creo que este nombre está muy mal puesto. Abrzs.
ResponderEliminarMuchas gracias José Manuel por acogerme en esa hermosa hermandad. Sí, algunos dicen que en un ejemplar de esta especie, que por cierto es originaria del Sur de Europa y de Asia se colgó Judas, en la Biblia creo que se hace referencia a una higuera.
ResponderEliminarLa primavera, el árbol del amor y el texto de Rafael... Pues más allá, en aquel cerco de parquecillo infantil que se divisa en la imagen, se deshoja cada día el amor incomparable, celoso y meloso, de un abuelo (yo) por mi juguetón e incansable nietecillo. Los árboles que describes nos protegen.
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