Entre las calles Manuel Arellano y Tejares, cerca de la Ronda de Triana, en el antiguo Tejar del Moro, se encuentran varios bloques de pisos, cuyo conjunto se conoce como el núcleo Numancia. Ramiro Lahoz Abad S.A., promovió a mediados de los sesenta la construcción de las dos hileras de bloques que se abren a tres calles rotuladas con el nombre de yacimientos celtíberos sorianos: Numancia, Uxama y Termancia, provincia de origen del promotor.
La calle central está abarrotada siempre de esas máquinas de cuatro ruedas, que parecen encoger, mutarse, hasta conseguir acoplarse a cualquier espacio imaginable, curvo o recto, sin molestar en exceso a la circulación. Pero, en una de las aceras, un pequeño ensanche se ha mantenido como zona ajardinada y allí, entre setos, en una de las esquinas se pueden ver tres plantas típicas de las Islas Canarias.
Se eleva altivo el drago con su sinuoso tronco, con una lentitud quizás desesperante, este ejemplar tiene más de treinta años y aún no ha comenzado a ramificarse. En lo alto un penacho de hojas largas y estrechas, duras, le dan el aspecto de un adolescente alocado, descuidado, pero tan vivo.
Muy cerca está la palmera canaria, que no alcanza tanta altura como la palmera datilera, pero tiene el tronco más grueso, por eso parece un poco rechoncha. Las grandes hojas con unas fuertes espinas en la base se curvan con gracia hacia el suelo y, los dátiles, en racimos, descansan encima su excesivo peso dorado, sol puro, alquimia dulce, recompensa ofrecida a los animales que se encargarán de transportar lejos las semillas.
La platanera muestra orgullosa su piña de plátanos verdes, descomunal su desarrollo para tan poca planta, las enormes hojas, que recién abiertas muestran un marcado nervio central, se van rompiendo a medida que crecen y se curvan, para peinar el aire, tiernas, ligeras. Sin embargo, no se trata de un árbol, sino de una planta, que carece de verdadero tronco, son las propias vainas de las hojas que van envolviéndose unas a otras hasta formar una estructura capaz de mantenerse erguida por sí sola. Bajo tierra, las raíces se desarrollan extraordinariamente hasta ocupar una gran superficie y de ellas brotan con facilidad nuevos vástagos para reemplazar al tallo principal, que muere tras florecer.
Debajo de las manos de plátanos, un enorme capullo violeta se va deshojando hacia arriba y aparecen las flores, aplastadas, tubulares, dispuestas en hileras, que por atracción hacia la luz comienzan a erguirse. Las primeras son flores femeninas (más tarde maduran la masculinas), que tendrán que fecundarse obligatoriamente con el polen procedente de las flores masculinas de otra platanera. De esta forma tan elegante se consigue el intercambio de genes, pues las semillas negras, minúsculas, de los futuros plátanos llevarán información genética de dos plantas diferentes, por tanto, tendrá más posibilidades de sobrevivir.
Plátanos y flores son tan pesados que las hojas se vencen con facilidad, pero Leonardo, el jardinero, es capaz de sostenerlas con palos de escobas y fregonas que medio esconde como puede. Este hombre mima cada planta de sus jardines desde hace más de treinta años, incansable, hace su labor con delicadeza e inteligencia, ignoro si los vecinos aprecian la belleza sostenida de un jardín cuidado, si le agradecen esa entrega, probablemente nacida del orgullo personal por el trabajo bien hecho. Esta vez, sus frutos sí son visibles y puedes acercarte a verlos.
Rafael Martín Holgado.
Lo que yo estoy aprendiendo de botánica con estas narraciones no tiene precio. Rafael, aparte de un experto en esta rama, es un extraordinario poeta, y así lo demuestra en cada una de sus entregas. Espero siempre sus comentarios con verdadero placer.
ResponderEliminarRafael, supongo que conocerás la existencia del drago centenario de Cádiz, el que está en el patio de la facultad de Medicina. Creo que, además de éste, hay alguno más en la ciudad. ¿Se trata de un árbol originario de Canarias o puede haber llegado a Cádiz desde América?
ResponderEliminarEs canarión canarión, Caty, aunque también es originario de Madeira y de Cabo Verde. No lo conozco, pero la próxima vez que me acerque por Cádiz trataré de verlo. De Cádiz recuerdo unos preciosos ficus.
ResponderEliminar¿has visto Emilio que pedazo de floripondio? Eso da para medio soneto, como mínimo.
ResponderEliminarDa para un sonetario completo al estilo clásico del Siglo de Oro.
ResponderEliminarPues el mejor momento para acercarse a Cádiz, o uno de los mejores, es en días de Carnaval. Este año va del 3 al 13 y hoy ya sido la Erizada, con lo que los primeros cuplés y tangos han empezado a sonar ya en la calle.
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