miércoles, 28 de diciembre de 2011

UNA TRILOGÍA TRIANERA


El jueves 29 de diciembre, a las 20.00 horas, en el Teatro del Colegio Salesianos de Triana, entrada por Condes de Bustillo, 17, tendrá lugar la presentación de la trilogía de Ángel Vela Nieto, editada por Ediciones Giralda.
“Personajes Relevantes de Triana”. “Triana Fiestas y Costumbres” y “Triana, Sitios y Presencias”, son tres obras necesarias para conocer una parte de la historia de nuestro arrabal.

José Luis Jiménez

sábado, 24 de diciembre de 2011

FELICIDADES A LOS BLOGUEROS


Realizado a vuelapluma para felicitar en estas Pascuas a todos los blogueros de Triana en la Red y que el año que viene -quiero que sea lleno de salú y suerte para tod@s- si dais un abrazo que sea gratis total, no lo cobréis. ¡UN ABRAZO!

Antonio Fernández Cachero

jueves, 22 de diciembre de 2011

ACTOS NAVIDEÑOS EN TRIANA



El próximo viernes 23 de diciembre, a las 20.30 horas, en la Parroquia de Santa Ana, tendrá lugar “La Exaltación Poética de la Navidad en Triana”. Este acto, organizado por el Circulo Rociero de Triana  y el Distrito de Triana, está enmarcado dentro de los actos navideños que este año nuestro Distrito ha tenido el gusto de ofrecernos.

Además de los poetas incluidos en el cartel, estará presente el poeta carmonense José Luis Rodríguez Ojeda.

José Luis Jiménez.

domingo, 18 de diciembre de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: DE PENA


        En este mismo medio Rafael Rodríguez se interesó no hace mucho por el texto de la leyenda del frontón del Arquillo de la O, un texto que nadie en dos siglos y cuarto fue capaz de descifrar, porque ni el historiador González de León, que pasó ante él poco después de su inauguración, pudo leerlo porque se le cayó el betún negro. Y nadie, en siete u ocho generaciones, se preocupó de enderezar el entuerto con la ilusión, que se supone, animó la construcción de lo que sería el primer monumento, si se puede llamar así, de Triana.
         Pasar por delante de ese “monumento” es rebozar de pena; otro motivo más, y si como alguien dijo, bien desesperado, que escribir en España es llorar, hacerlo en Triana es para despeñarse por un precipicio. ¡Qué pena! Seguro que los salientes figurantes de nuestra Tenencia ni lo miraron, ni tuvieron el más mínimo interés, en los ocho años que estuvieron aquí, de saber qué era aquello que se alza junto a la iglesia de la O y que se halla en tan mal estado; los dos principales nada tenían que ver con el barrio; estaban bien escogidos; bueno, agua (turbia) pasada.
         No sé cuantos años hace ya, y no me voy a molestar en comprobarlo porque me pareció un desatino más en el nomenclátor trianero; no sé, digo, cuándo se reunió ante su cal (que se supone blanqueaba el Arco) las sonrientes autoridades de turno para dedicarle el lugar al que da acceso a un párroco que, según información de quien lo vivió, nada hizo por salvar de “la quema” al templo que se le confió, nombrándose, además, como “calle” a lo que no es más que un breve paso al río sin casa ni vecinos, lo que de siempre se llamó Callejón de la O. Es que lo que hacen con Triana es increíble. Pues desde entonces el olvido absoluto, porque ya no era la ilegible placa la abandonada a su turbia suerte, sino toda la edificación que la soporta.
         Y como este no es un artículo sobre un capítulo de la historia de Triana, sino una denuncia más, un grito desesperado de alarma, nada importan los datos de años o de nombres, de intenciones o satisfacciones relacionados con su construcción. Ahora lo que interesa es denunciar que el Arquillo de la O está que se desmorona; que sufre heridas mortales que la atraviesan pasando -el tajo más grave- por el centro incluso de la placa, o sea, que la está rajando en dos. De las pruebas del abandono al que está sometido este barrio, tantas, esta del pobre Arquillo es de portada. Y ni por estar enclavado en una de las calles principales y casi paredaño a un templo que es todo un símbolo en esta mitad del arrabal, ni por esa llega alguien con autoridad, responsabilidad y la sensibilidad necesarias para ponerse una medalla -los políticos se mueven por ellas, ¿no?-, una medalla que los trianeros con mil manos le colocaríamos. Y habría que preguntarse: ¿Y la hermandad no tendría ya que haber hecho lo que nosotros hacemos ahora al filo de la catástrofe? Si lo hicieron nos gustaría saberlo, porque sería tanto como decir que a las hermandades del barrio les interesa algo más que lo íntimo, sus imágenes y su Semana Santa. Es el caso de la Esperanza con el horrendo alquitranado de su calle o San Gonzalo con la imagen mariana que, manca y sucia, se alza ante la puerta del templo.
         Así que estando tan cerca de la iglesia sólo nos queda esperar un milagro, y sea el nuevo delegado quien se plante ante el Arquillo y saque pecho: ¿Nadie en doscientos y pico de años? Pues voy a ponerlo que hasta la placa va a decir lo que lleva tanto tiempo callado... Eso, un milagro.

Ángel Vela Nieto 


domingo, 11 de diciembre de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: UNA POLEÁ EN TRIANA


         La tarde de este viernes pasado, a partir de las tres, se hizo de otro tiempo. El tramo de la calle San Jacinto, polémicamente peatonalizado (trabalenguas), ha cumplido con su obligación. Ya que ha costado lo que ha costado, de dinero y de quejas, de manifestaciones y de huidas de políticos, que sirva como espacio escénico hasta que, por lo menos, tengamos un teatro como Triana merece. No hace mucho, y en este blog, escribí positivamente de la calle (sin ruidos, claro) como la hemos visto y disfrutado hoy. En aquella ocasión fue La Lole la que sin anunciarse sorprendió al personal transeúnte, en día y hora inadecuadas, con un recital que colmó de felicidad los espacios inmediatos. Quería la artista demostrar que el interés por el flamenco puede contra todos los inconvenientes; que la gente responde, sonríe y participa con su entusiasmo. Pero llovieron los comentarios de quienes no estaban de acuerdo en que los flamencos actúen en plena rúe, porque consideran que su arte merece escenarios más serios, con más clase; un buen teatro, vamos; lo que no tenemos, ni bueno ni malo.
         El distrito ha preparado un completo programa navideño (“Triana por Navidad”) y, dentro de él, una muy ingeniosa y oportuna “I Poleá Flamenca” que ha reunido en el corazón de la calle a los miembros de una de las grandes familias flamencas locales: los Montoya. En este caso La Lole oficiaba de atenta y activa espectadora; pero estaban Manuel Molina, la hija de ambos, Alba, La Negra y sus hijas Carmelilla y Angelita, la hermana del inolvidable Juan Montoya, Carmen, Juan José Amador, José Acedo, Antonio Moreno y Paco Vega (hijo). Todo un patio de corral de cuando Triana era la que soñamos que vuelva a ser o, al menos, que se le parezca. Hablábamos hace unos días de que solemos enterarnos de la proximidad de las Pascuas gracias a los anuncios de las “zambombas” jerezanas quejándonos, a la par, del olvido de nuestra música y costumbres navideñas. Y ha ocurrido lo que tenía que ocurrir, y menos mal que me lo recordaron a tiempo para vivirlo.
         Huelga decir que en Triana nadie durmió la siesta ese día; toda entera se había volcado en San Jacinto, hasta los extraños vecinos que se quejan de estos “ruidos”. Un éxito rotundo endulzado por esa pregonada poleá que fue servida por la confitería Filella, a un euro la ración, y que desapareció en la primera ofensiva. Luego la antigua casa de dulces trianera ofreció sus variadas exquisiteces para estos días. Nunca, desde aquellas noches de Velá de los ochenta en la plazuela, habíamos visto, entre el público, tantos artistas del barrio juntos, tanta Triana flamenca, para que nadie la dé por muerta como demasiadas veces -con pena y rabia- hemos escuchado y leído.
         Nos ha gustado la idea de la poleá, porque es un plato muy de aquí; recuerdo que en mi patio las vecinas solían hacerla para sobrealimentar a los más chicos, y todos queríamos ser “los más chicos”. Y es que la zambomba -ese instrumento, supuestamente musical, tan gráfica y literariamente navideño- pocas veces pasó el puente, y cuando lo hizo fue para que comprobáramos lo raro, por no decir horrible, de su sonido. Así que, de momento, en Triana se ha sabido ponerle nombre a una tarde de otro tiempo que puede ser para siempre.          Justo es resaltar dos nombres: Manolo Alés, director del distrito, y Antonio Ortega, el conocido periodista flamenco, autor de la idea de “la poleá” y presentador de un grupo de artistas que, recién comidos o por comer -dada la hora-, nos regalaron lo que el aire de una tarde distinta presagiaba. 


Ángel Vela Nieto


miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: VILLANCICOS EN TRIANA


Se acercan lo que llamábamos “las Pascuas”, para el que escribe la fiesta más entrañable y feliz, la única de la que disfruta plenamente desde que diciembre asoma su dulce ancianidad. El poder evocador de la Navidad es superior a la de todas las fiestas del calendario, tanto que hace que para algunos resulten días de inevitable tristeza, porque en ellos pueden más las lágrimas por las ausencias que la felicidad que pueda regalarles la memoria. Pero a la familia la va transformando el tiempo sin dejar de serlo; tampoco tenían presencia física mis abuelos en aquellas Nochebuenas inolvidables, ni en estas la tendrán mis padres ni mis hermanos mayores, pero yo ya los siento cerca y los veo felices con la sonrisa eterna y luminosa con la que aparecen cada año. Y planté la botella de aguardiente y los dulces en medio de la mesa del comedor y allá donde mire la imagen se minimiza y deforma mágicamente en docenas de bolitas de colores.
         Ahora, desde que Triana dejó de ser un entidad palpitante, completa; desde que sus corrales y casas de vecinos se estiraron pa´rriba, como una pella de barro en las manos de un alfarero convirtiéndose en pisos para forasteros, en Triana nos enteramos de que se acercan “las Pascuas” por los anuncios de las “zambombas” jerezanas en Sevilla. Y ya tenemos el programa del concierto de Navidad en el Teatro de la Maestranza con la presencia anunciada de “la zambomba de Tío José de Paula”.
         Con la expulsión de los gitanos y no gitanos trianeros de los corrales le hurtaron al lugar que fue el gran milagro sevillano la esencia de su música, quedando sólo un rescoldo insuficiente para que prenda en llamarada. Triana disfrutaba de su tradición musical navideña, cantaba sus villancicos, festeros por la Cava de los gitanos, melodiosos y dulces en la de los civiles. Las letras populares habían viajado por las gargantas de generación en generación; eran nuestros villancicos, los que podemos escuchar a Gracia de Triana en Internet (“villancicos trianeros”, se anuncian) o los que pudimos disfrutar, por tangos y bulerías, en las voces de Triana Pura y que quedaron en el disco titulado “Triana en Belén”, grabado en 1999, que tuvimos la fortuna de presentar en el Teatro Lope de Vega por imposibilidad de que lo hiciera Emilio Jiménez Díaz que fue el elegido por la productora. Pudo haber sido punto de partida para una resurreción definitiva.
         Jerez ha sabido mantener la riqueza de su potencial flamenco y, como vemos, también sabe aprovechar lo que la tradición musical le traía en Navidad. No sufrió la terrible “pragmática” de expulsión de sus gitanos, aunque también el tiempo haya hecho su mella, pero nunca le faltó quienes se preocuparan por avivar el fuego para que dé calor en la piel y en los estómagos de sus artistas. Bien dirigidos y siempre apoyados por sus grandes empresas, instituciones y dirigentes políticos, han consolidado su fama flamenca y exportado las coplas de Pascua, mientras que Triana fue perdiendo memoria por falta de las ayudas necesarias para ilusionar y reunir a los veteranos ni para propiciar un relevo generacional (el último intento se hizo en tiempos de Paco Arcas). Existen coros, pero no para competir con las ya célebres “zambombas” jerezanas. Igual nos ha pasado en el flamenco; de ser la cuna, la viña abandonada -que decía don Antonio Mairena- donde todo el que venía se llevaba una cepa a su pueblo (Jerez incluido), a mantenerse como un funambulista en el equilibrio de querer seguir siendo una marca de origen, y lo que siempre fue Triana: un milagroso asombro para orgullo de los trianeros y gloria de Sevilla.
        


Ángel Vela Nieto

jueves, 1 de diciembre de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: ANTOÑITA COLOMÉ


El día 2 de marzo del año que asoma se cumple el siglo de la venida al mundo de Antoñita Colomé Ruiz. Antes los artistas nacían siéndolo, venían predestinados para hacerle al común la vida más llevadera; el Jefe de la cadena de Allí arriba, de vez en vez, señalaba un elegido y ya en el primer llanto se le notaba; y no sabemos qué le ocurrió para dejar tan fino asunto en las manos de unos fabricantes de aquí abajo de donde salen uniformados. La niña Antoñita cada vez que aparecía por la calle Pureza era un imán... “Antoñita era distinta -recordaba un vecino suyo-, única en Sevilla, toda elegancia y finura; cuando pasaba revolucionaba la calle y el Altozano”. Su padre no quiso nada con el artisteo, pero la niña lo tenía tan claro que recurrió a una boda-ardid para emanciparse y volar.
         Cien años de la artista de cine trianera nunca considerada folklórica, aunque cantara y protagonizara algún título de película típica andaluza. Y fue la única, de tantas (Gracia, Paquita, Marujita, Marifé, Mikaela, Soledad, Isabel...) que quiso tener su casa cerca de la torre de Santa Ana; regalarnos su alegría hasta que la edad le impidió vivir sola. Antoñita fue considerada la gran estrella del cine español republicano; sus ideas andaban por ahí y, claro, tuvo que pagarlo antes de su regreso al medio que la hizo famosa. Su primera película fue “La pura verdad”, a la que siguió la titulada “Un caballero de frac” con la que se inauguraría el cine Triana Cinema (1931), la sala de la calle Castilla; Triana se hacía protagonista dentro de ella misma.
        Fue amiga de Edgard Neville, un cineasta intelectual que no se juntaba con cualquiera; intervino en un variado abanico de películas, la última de esta etapa fue “El bailarín y el trabajador”, una de sus preferidas; era 1936. Pudo seguir su carrera en Hollywood... “No quiero subir tan alto, no vaya a ser que en vez de estrella resulte estrellada, y porque no me gusta dar besos de verdad en las películas”. Queda retratado otro aspecto de la personalidad de nuestra  singular paisana. Le echaron muchos piropos, pero nos quedamos con éste: “Dijérase que Antoñita Colomé va graciosamente escondida detrás de sus ojos (Cinerama, 1934).
         Antoñita se exilia voluntariamente y en Francia contrae nuevo matrimonio y tiene a su hija Eugenia. Poco duraría también esta unión entre artistas. El siguiente destino fue Buenos Aires donde actuó como cantante y realizó programas de radio de gran éxito. Como no le había hecho daño a nadie decidió volver pasada la guerra; lógicamente el reencuentro no fue nada cómodo, hasta la tacharon de espía. Y como el cine nacional no estaba sobrado de talentos vuelve ante las cámaras de la mano amiga de Benito Perojo, iniciando una nueva etapa profesional, aunque su estrella no resplandecerá como antaño a pesar de sus docenas de títulos. “Tercio de quites”, en 1951, marca el fin de su presencia protagonista en las pantallas españolas.
         Viviendo en Triana, y ya en los años ochenta, realiza alguna colaboración en comedias de directores paisanos, siempre danzante, dinámica y pizpireta, pero nunca le llegó el papel soñado, el de casera de un corral de vecinos. En 1985 se la nombra “Trianera de Honor” cuando ya disfrutaba de una calle en el Polígono San Pablo (lástima que no fuera en su barrio), mas para que su recuerdo permaneciera cerca propiciamos una placa que luce en la misma acera donde nació. Murió en el domicilio de su hija, en Barcelona, al poco tiempo de su ausencia.
        La Sevilla cinematográfica le reconoció sus méritos y Triana la quiso como lo que era, parte hermosa de su propia alma. Y por eso dentro de tres meses ha de regresar triunfante Antoñita a su Triana; ofrecernos sus películas y regalarnos la riqueza inmensa de su vida. Será un maravilloso acto de justicia.


Ángel Vela Nieto  


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